martes, 13 de diciembre de 2011

Gustavo Adolfo Becquer

Gustavo Adolfo Bécquer

Biografía:

Nací en Sevilla, España, el 17 de febrero de 1836 siendo mi padre un célebre pintor del costumbrismo sevillano que me dejó huérfano a los cinco años; comencé mis primeros estudios en el colegio de San Antonio Abad, para luego pasar a tomar la carrera náutica en el colegio de San Telmo.
A los nueve años me quedé huérfano también de mi madre y salí del anterior colegio para ser acogido por mi madrina de bautismo. A la edad de diecisiete años dejé a mi madrina y a la buena posición que ella me proporcionaba para viajar a Madrid en busca de fortuna a través del campo de las letras que se me daba bastante bien. Como es conocido, no era fácil subsistir de la literatura y paradójica mente, yo que deseaba encontrar fortuna lo que abundó fueron escaseces, por lo que me vi obligado a servir de escribiente en la Dirección de Bienes Nacionales, donde mi habilidad para el dibujo era admirada por mis compañeros, pero fue motivo de que fuera cesado al ser sorprendido por el Director haciendo dibujos de escenas de Shakespeare. De este modo volví a vivir de mis artículos literarios que eran entonces demandados por lo que alterné esta actividad con la elaboración de pinturas al fresco. Tiempo después encontré una plaza en la redacción de "El Contemporáneo" y fue entonces que escribí la mayoría de mis leyendas y las "Cartas desde mi celda". En 1862 llegué a vivir con mi hermano Valeriano, célebre en Sevilla por su producción pictórica pero no por eso más afortunado que yo, y juntos vivimos al día, uno traduciendo novelas o escribiendo artículos, y el otro, dibujando y pintando a destajo; mucho nos costó a nosotros salir adelante de nuestro infortunio y con el tiempo logramos juntos una modesta estabilidad que nos permitía a uno retratar por obsequio y al otro escribir una oda por entusiasmo. Como legado para la literatura del mundo, yo dejé mis "Rimas" a través de las cuales dejé ver lo melancólico y atormentado de mi vida; en el género de las leyendas escribí la célebre "Maese Pérez el Organista", "Los ojos verdes", "Las hojas secas" y "La rosa de pasión" entre varias otras. Escribí esbozos y ensayos como "La mujer de piedra", "La noche de difuntos", "Un Drama" y "El aderezo de esmeraldas" entre una variedad similar a la de mis leyendas. Hice descripciones de "La basílica de Santa Leocadia", el "Solar de la Casa del Cid" y el "Enterramiento de Garcilaso de la Vega", entre otras. Por último, dentro del costumbrismo o folklor español escribí "Los dos Compadres","Las jugadoras", la "Semana Santa en Toledo", "El café de Fornos"y otras más. En septiembre de 1870 dejó de existir Valeriano, duro golpe para mi, que pronto enfermé sin ningún síntoma preciso, de pulmonía que se convirtió luego en hepatitis para tornarse en una pericarditis que pronto había terminar mi vida el 22 de diciembre de ese mismo año.
Análisis de su obra
Cuando escribo estoy en pleno auge el Realismo, cuando otros autores adscritos a esta tendencia (Campoamor, Tamayo y Baus, Echegaray) se reparten el favor del público. La poesía triunfante está hecha a medida de la sociedad burguesa que consolidará la Restauración, y es prosaica, pomposa y falsamente trascendente. Pero una notable porción de líricos se resistió a sumarse a esa corriente, y además hallaban vacía y retórica la poesía de la lírica esproncediana, la del apogeo romántico, que aún encontraban cultivada con gusto general en autores como José Zorrilla. El Romanticismo que les atrae ya no es el de origen francés o inglés, sino alemán, especialmente el de Heine, al que leen en traducción francesa —en especial la de Gérard de Nerval— o española —de Eulogio Florentino Sanz, amigo de Bécquer—. Estos autores forman el ambiente prebecqueriano: Augusto Ferrán, Ángel María Dacarrete y José María Larrea. Todos estos poetas buscaban un lirismo intimista, sencillo de forma y parco de ornamento, refrenado en lo sensorial para que mejor trasluzca el sentir profundo del poeta. Es una lírica no declamatoria, sino para decir al oído.

Las Rimas mia iban a ser costeadas y prologadas por mi amigo, el ministro de la Unión Liberal de O'Donnell, Luis González Bravo, pero el ejemplar se perdió en los disturbios revolucionarios de 1868. Algunas sin embargo habían aparecido ya en los periódicos de entonces entre 1859 y 1871: El Contemporáneo, El Museo Universal, La Ilustración de Madrid y otros. Yo , con esta ayuda, con la de mi memoria y la de mis amigos reconstruí el manuscrito, que titulé Libro de los gorriones y se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid. Más tarde lo editarán mis amigos con un prólogo de Rodríguez Correa en dos volúmenes con el título de Rimas y junto a sus Leyendas en prosa, en 1871, para ayudar a la viuda y sus hijos. En sucesivas ediciones se amplió la selección. A partir de la quinta la obra consta ya de tres volúmenes. Iglesias Figueroa recogió en tres tomos Páginas desconocidas (Madrid: Renacimiento, 1923), con otra porción sustancial del corpus becqueriano. Gamallo Fierros editó además en cuatro volúmenes sus Páginas abandonadas. Jesús Rubio ha editado dos álbumes de Julia Espín con textos y dibujos que yo dedique a mi musa, a la que no olvidaría nunca. Se trata de ochenta y cuatro composiciones breves, de dos, tres o cuatro estrofas, muy raramente más, por lo general asonantadas con metros muy variados, de acuerdo con la poesía romántica.

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